CAPÍTULO: "Lo que nace del asco"
La puerta de la casa se cerró con un portazo que hizo temblar las paredes. Fabricio caminó directo hacia su cuarto, sacándose la remera empapada en sudor y frustración. Lanzó el trapo de piso contra la pared, golpeó la mesa con el puño cerrado y gritó un insulto que resonó por el pasillo.
La imagen de Nicolás Martínez se le repetía como un eco venenoso. Esa sonrisa,esa satisfacción que le mostraba. Esa mirada reflejada en el espejo mientras él, Fabricio Castiglioni, hacía arcadas con la cara a pocos centímetros de la taza del inodoro.
—¡Maldito hijo de pu7a! —gritó, tirando una silla al suelo.
El olor del desinfectante barato seguía adherido a su piel. Sentía que los gérmenes seguían pegados a su garganta. Por más que se hubiese lavado la cara cinco, diez veces, el asco no se iba. La humillación no se iba de su mente .
—¡Esto es tu culpa! —bramó al ver pasar a su madre, María, por el pasillo hacia su dormitorio.
Ella está pálida, muy delgada, con la mi