El estruendo del disparo desgarró la noche. Thiago se abalanzó contra Lux y la cubrió con su cuerpo, hundiéndola contra el suelo.
—¡Vámonos! —gritó uno de los encapuchados. En segundos, los hombres corrieron hacia una camioneta estacionada a pocos metros y el vehículo arrancó a toda velocidad, perdiéndose en la calle oscura.
Thiago, Lux y la joven quedaron paralizados, respirando agitadamente, con la adrenalina aún martillándoles las venas.
—¿Estás bien? —preguntó Lux, mirando a Thiago, que seguía encima de ella, protegiéndola.
—Sí… sí, estoy bien… —respondió él, aunque la voz le temblaba apenas.
—¡Sangre! —exclamó la muchacha, antes de desmayarse de golpe en el suelo.
Lux y Thiago se miraron confundidos, hasta que notaron el hilo rojo corriendo por el brazo de él. El disparo lo había alcanzado.
—Maldición… —susurró Thiago, apenas dándose cuenta.
Sin pensarlo dos veces, Lux rasgó la fina tela de su camisa con un movimiento firme, arrancando la manga y dejando al descubierto el brazo f