4:00 PM - Damián.
—Qué día de mierda, santo cielo. La verdad es que preferiría volver a trabajar 24 horas seguidas a tener que seguir teniendo que soportar al asqueroso de Barrientos.
Acababa de salir de la oficina ya en mi segundo día de horario estabilizado, sin horas extras ni explotaciones de ningún tipo. No obstante, el trabajo seguía siendo un dolor de huevos tremendo, y todo por culpa del supervisor del nuevo proyecto que nos habían asignado a mi equipo... bueno, al equipo de Lau y a mí.
Ya estaba llegando a casa, quería aislarme de los problemas del trabajo al menos por unas horas, tenía ganas de ver a mi querida novia y que me alegrara el día con su hermosa sonrisa.
Apenas entré en el apartamento, lancé el maletín al sofá que tenía más cerca, y también la chaqueta. Grité hasta tres veces el nombre de Salomé, pero no hubo respuesta, cosa que me extrañó, porque suponía que a esa hora tenía que estar en casa. Seguí llamándola, tenía muchas ganas de verla, el día había sido espan