00:30 hs. - Damián.
Y se detuvo, se detuvo cuando llegué a su lado. Alzó la mirada y se quedó observándome todavía con esa sonrisa llena de vida. De repente, la música dejó de sonar, la gente a nuestro alrededor desapareció, y sólo quedamos ella y yo; uno delante del otro, cogidos de las manos y cruzando nuestras miradas. Y fue mutuo, ninguno tomó por sorpresa a ninguno, ambos sabíamos que era lo que queríamos, que era lo que deseábamos. Ambos sabíamos que aquella era la cura para todos nuestros males, que sólo nosotros la poseíamos, y que sólo nosotros la podíamos intercambiar el uno con el otro.
«Bien hecho».
Laura y yo nos besamos, y nos besamos con la misma pasión con la que nos habíamos besado aquella noche en el aparcamiento de la empresa; pero esta vez sin mentiras y sin ning