15:00 hs. - Salomé.
—¡Salomé! ¡Tú por aquí!
—Buenas tardes, disculpas por...
—¡No! ¡Ni lo digas! ¡Pasa y siéntete como en casa! Enseguida te traigo un aperitivo. ¡Guillermo, baja! ¡Que está aquí Salomé!
—¡No es necesario! Yo sólo venía a... renunciar.
No llegó a escuchar esa última palabra porque ya había salido disparada hacia la cocina, pero me hubiese gustado que lo hiciera, y terminar rápido con todo aquello.
Luego de mi exitosa reunión con Damián, decidí que necesitaba extirpar todos los problemas de mi vida de raíz. Me encantaba ejercer de lo que había estudiado, aunque fuera un par de horas a la semana y a un solo alumno, pero ese chico se había convertido en una peligrosa carga que ya no estaba más dispuesta a llevar conmigo. Por eso fui directamente a su casa a hablar con su madre y decirle que hasta ahí había llegado.
—Oye, ¿te gusta el café? No, espera, una señorita tan bella como tú seguro que prefiere una taza de té, ¿no? Ey, no te quedes ahí de pie, ponte cómoda, hazme e