08:57 hs. - Damián.
Abrí los ojos sobre las nueve de la mañana. Me dolía un poco la cabeza. Instintivamente estiré mi brazo izquierdo y busqué a Salomé en el otro lado de la cama. Ahí estaba ella, durmiendo todavía. Me coloqué de costado y pegué mi cuerpo al suyo. La abracé; busqué su calor, pero su cuerpo estaba extrañamente fresco. El dulce aroma de su cuello provocó que cerrara los ojos y sonriera. Su pelo también olía muy bien. Coloqué la mano en su vientre y me pegué un poco más a ella. Ella ronroneó. Volví a sonreír. No despegué la nariz de su piel en ningún momento. Bajé por el lateral de su torso hasta encontrarme con la fina tela de su braguita. Seguí bajando y dejé descansar mi mano sobre su muslo. Estaba a punto de dormirme de nuevo, pero algo me hizo reaccionar. Moví mi pecho levemente sobre su espalda, buscando sentir el contacto de algo que me raspara la piel. Lo encontré. Con cuidado para no despertarla, me separé de ella y levanté un poco la manta para cerciorarme de l