—Me da igual. Tú no eres nadie para poner en peligro mi relación con mi novio.
—¡Dejate de hinchar los huevos! Ayer te expliqué bien por qué lo hice. Sólo intentaba ayudarte.
—¿Y también me estabas ayudando cuando me obligaste a tragarme tu semen?
—¿Ves que era por eso? —reí—. ¿O sea que preferías escupirlo por todos lados? ¿Qué carajo le ibas a decir después a tu novio?
—¡No iba a escupirlo! Bueno... sí, ¡pero en mi mano!
—Demasiado arriesgado, Salomé... Yo hice lo que tenía que hacer.
—No me importa. Me voy —respondió con testarudez.
—Pensé que todo esto te estaba ayudando a madurar también, pero veo que me equivoqué.
—¿A madurar? ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?