Seguimos hablando una media hora más, dando por terminado el tema de las parejas, y contando anécdotas y tonterías varias. La verdad es que lo pasé bastante bien, no me molestó para nada lo que dijeron Cristian y Román sobre el tema de Fernando, lo cierto es que casi ni le di importancia, ya que era como Alejandra decía, mientras confiara en ella, no tenía nada de qué preocuparme. Más me importó la pobre Jéssica, que el bestia de Cristian estuvo lanzándole indirectas toda la noche y la muchacha no sabía donde meterse. Menos mal que estaban ahí Lau y Alejandra para mantenerla más o menos cómoda.—Oye, Dami, vaya fichaje ha hecho el Santi, ¿eh? —me comentaba mientras orinábamos.—Ya sé que tú eres así, que lo haces sin maldad, pero podrías haberte controlado un poco, la pobre chica parecía un cachorro asustado, menos mal que estaban Alejandra y Laura ahí.—Jajaja, no era mi intención, te lo juro. Pero es que me gustó mucho la chiquilla.—Bueno, pues tiene novio, así que a apuntar para o
—¿No vas a decir nada? —dije por fin.—¿Qué? —preguntó mientras seguía comiendo.—Dime algo...—¿Qué querés que te diga?—De lo de anoche...—¡Ah! Estuviste bien. Sí. —dijo sonriéndome, provocando que me sonrojara.—¿En serio?—Sí, estuviste genial —dijo de nuevo.—No me refiero a eso. Quiero saber si en serio vas a seguir actuando como si no hubiera pasa nada.—¿Yo? Pero si te estoy hablando de lo de ayer.—¡Que no me refiero a eso! ¡Hablo de tu actitud, y del ambiente, y de todo! ¿Cómo puedes estar tan calmado? —estallé.—Vamos a ver, Salomé, yo no soy tu novio, ni tu amante, ni un tipo con el que estás dudando si salir o no. Lo que hicimos ayer, lo hicimos como dos adultos que estuvieron de acuerdo en hacerlo, nada más. Vos necesitabas mi ayuda y yo te la di. No es necesario ni que estés avergonzada, ni que volvamos al mal rollo de antes, ni nada por el estilo —contestó con toda la normalidad del mundo.—No... Si yo no digo eso, pero es que... el único hombre con el que había estad
14:35 hs. - Damián.Me acababan de dar la mejor noticia en mucho tiempo, no tenía que entrar a trabajar hasta las ocho de la noche, por lo que tenía toda la tarde libre para pasar con Salomé. Había dormido las últimas tres horas, por lo que el sueño no iba a poder entrometerse entre mi novia y yo.Yo sabía que estaba enfadada conmigo, y a la mañana me lo había hecho saber, aunque no de manera directa, pero yo la conocía mejor que nadie. Pero esto seguro iba a ponerla muy feliz, sabía las ganas que tenía de pasar tiempo conmigo.Llegué a casa, abrí la puerta despacito, comprobé que no había nadie, y fui rápidamente y de puntillas hasta mi habitación, mi intención era darle una sorpresa a Salomé. Abrí la puerta, y lo que vi me dejó de piedra...—¡Salomé! —grité.—¡Damián! —respondió ella exaltadísima—. ¡No es lo que parece!—¿Que no es lo que parece? ¿Entonces qué es?—¡Perdóname, mi amor! ¡Perdóname! ¡No he podido evitarlo!—¿Cómo que no has podido evitarlo? ¿Te parece una respuesta ló
15:00 hs. - Damián.—¡Una buena ducha en casita! ¡Cuánto necesitaba esto! —exclamé con felicidad y alivio—. Uy... tengo hambre... ¡Salomé!—¡Dime! —gritó desde la habitación, lugar al que me dirigí.—¿Tú ya has comido? Me imagino que sí, pero... —me detuve al ver que todavía seguía acostada en la cama jugando con el gato—.—Apenas di bocado hoy, la verdad...—¿Ah, sí? ¡Genial entonces! ¡Vamos a almorzar algo! ¿Qué te parece si vamos a molestar a tu hermana? —le propuse, recordando que Zamira trabajaba en una cafetería cercana.—Me parece una idea estupenda. Yo ya voy, espérame afuera, que me voy a cambiar —me dijo.—¿Otra vez? —pregunté extrañado.—Sí... Es que... no me gusta mucho este conjunto... ¡No tardo nada! —respondió, aunque me pareció que sin mucho convencimiento, pero no le di mayor importancia.—Está bien. ¿Has hablado ya con tu amigo?—Sí... Él se queda con Luna... —me respondió con un tono apagado.—¿Te pasa algo, Salomé? —pregunté preocupado.—¿Eh? No... Es que mientras
20:10 hs. - Salomé.—¿Salomé? ¿Se puede?—¿Qué quieres?—¡Epa! Voy a entrar... ¿Qué te pasó?—Tú mejor que ni te acerques a mí... que no me olvido lo que me hiciste antes.—¿Lo del beso? Pero si fuiste vos la que me preguntaste cómo tenías que hacer para entrarle...—¡No te sientes en mi cama! ¡Vete de aquí!—¡Eh! Calmate, viejo. ¿Qué carajo pasó?—No te importa... ¡Y no me toques!—Shh... Vení para acá, dejá que te abrace...—No quiero que me abraces... Quiero dormirme y no despertarme más...—Shh... Tranquilizate... Contame lo que pasó...—Suéltame...Pero finalmente terminé contándoselo. Estaba demasiado triste como para permitirme rechazar una muestra de afecto, por más que proviniera del único tipo que no tenía ganas de ver en ese momento.—¿Sabés por qué pasó eso? —dijo todavía abrazado a mí—. Porque para él es algo normal.—¿A qué te refieres?—A él no le importa una mierda si llegás al orgasmo o no porque nunca te mostraste disconforme.—Pero...—Decime una cosa, ¿qué hacés no
- 23:25 hs. - Damián.—¡Bueno! ¡Paramos un rato, gandules! ¡En una hora los quiero ver currando de nuevo!A todos los que estábamos ahí nos tomó por sorpresa el anuncio de Santiago. No llevábamos ni cuatro horas trabajando y ya nos había dado el primer descanso, cosa poco común en él. Pero bueno, no iba a ser yo el que preguntara el motivo, y seguramente tampoco ninguno de mis compañeros.—¿Vamos a la cafetería? —me preguntó Lau con una sonrisa. Eché un vistazo a la puerta de la oficina y vi que el mismo grupito del día anterior nos estaba esperando.—¿Jéssica también? Ayer no lo pasó muy bien que digamos —le recordé mientras observaba a la chica nueva.—Alejandra y yo la convencimos. Es mejor que dejarla aquí solita...—Está bien. Vamos —respondí finalmente.Nos reunimos con los demás y nos dirigimos hacia la cafetería. Cabe destacar que Lau y yo trabajábamos en una zona de la oficina y los demás del equipo en otra, por eso no salíamos todos al mismo tiempo en los descansos.—Qué rar
00:15 hs. - Salomé.Lo siguiente que recuerdo es que cerré los ojos, tomé aire y...—¡No! —logré decir a tiempo— No puedo hacerlo...—Tranquila, Salomé, todo va bien... Relajate y...—¡Te digo que no! ¡No puedo! ¡Y tampoco quiero! —dije ya un poco más nerviosa. Y como saliendo de un trance, me acomodé el camisón y me separé de él.—Tranquila, no te enojés. Tenés miedo porque nunca lo hiciste, nada más... —dijo volviendo a acercarse.—¡Te digo que no! —volví a gritar, y esta vez se detuvo. Se sentó de nuevo a mi lado y se hizo un silencio muy incómodo.—Pensé que era un buen momento... —dijo por fin—. Perdoname.—¿Un buen momento para qué? Ni siquiera estoy convencida de hacer esto...—Vos lo que tenés es un lío tremendo en la cabeza, Salomé. Tenés que poner tus ideas en orden urgentemente.—Mis ideas están perfectamente ordenadas...—¿Entonces?—¡Que no quiero hacer eso! ¡Nada más! —volví a gritar.—Así no vamos a progresar nada...—¿Progresar en qué? —le pregunté enfadada—. Está bien
—Vení... —dijo de pronto. Se puso de pie y me hizo agacharme delante él.—No quiero hacerlo —me apresuré a aclararle, creyendo que me haría... bueno, eso.—Tranquila, de esta forma va a ser más cómodo para vos.Tenía su pene justo delante de mi cara, firme y esperando a mi proceder. Ahora sí que me había fijado en su tamaño, y si bien no había visto otro más que el de mi novio en toda mi vida, no era tonta y sabía que ese, en particular, era grande. Lo volví a sujetar y realicé el mismo movimiento que me había marcado Fernando hacía apenas unos minutos. Me centré en ese sube y baja, imprimí una velocidad ni rápida, ni lenta, y estuve así un rato. Pero, una vez más, no volví a durar mucho tiempo. Mi brazo se cansó a los cinco minutos de empezar, y el meneo ya no era como al principio. Él no dijo nada sin embargo, y me dejó continuar a mi ritmo, que terminó siendo lento y con movimientos torpes. Debido a ello, el ímpetu de ambos fue decayendo, porque la masturbación ya no era tal. Y emp