—Tsss. Te faltan unos 100 años para que yo pueda depender de ti —afirmé. Las tres de siempre echaron a reír de nuevo.
—¡Vaya! Eso no es lo que me dices cuando estamos a solas... —contraatacó, con su toque coqueto y desinhibido de siempre. Se escuchó un gran "oooh" alrededor que me dejó en jaque.
—Porque en privado sólo te digo lo que tus dulces orejitas quieren escuchar —sentencié, provocando en ella una sonrisita de las suyas y que todas se quedaran boquiabiertas. No le di tiempo a retrucar, me di la vuelta y me fui por donde había llegado con un sonoro "Adiós".
No sé por qué, pero me hizo sentir bien conmigo mismo actuar tan altanero y poderoso con esas crías. No sé si era por la falta de confianza que había acumulado por culpa de todas las mujeres que me rodeaban, Clara incluida, pero, sentirme así de... macho, por decirlo de alguna manera, era como un soplo de aire de fresco.
Cuando iba saliendo de la cafetería, entre toda la multitud, casi de reojo, me pareció ver dos figuras que