Me había entrado con tantas ganas que tuve que apartarlo de un pequeño empujón para poder dar una bocanada de aire. Una vez se recuperó él también, dio otro paso al frente y llevó las manos que hasta el momento habían permanecido en mi espalda, hasta mis pechos. Sin sin siquiera pararse a mirar mi reacción, sin echarme un mísero vistazo, echó la cara hacia delante y continuó comiéndome la boca, con tanta fuerza que caí de espaldas sobre el colchón, quedando él encima mío y con un panorama de mi pecho con el que en no habría soñado tener en su dichosa vida. Y aprovechó el momento, ¿por qué no iba a hacerlo? La primera mano fue por debajo de mi blusa mientras que la otra me afianzaba el cuerpo por la espalda. Todo esto no hacía más que ponerlo más y más cachondo, y lo pude sentir en carnes propias, porque la ferocidad del morreo no hacía más que aumentar. Mi resistencia empezó a mermar como siempre, y de un momento a otro perdí completamente el control de la situación.
—G-Guille, no...