Interior – Habitación de James – Casa de Sofía – Mañana.
La puerta de la habitación estaba entreabierta. Vittorio la empujó con suavidad y vio a su hijo sentado en el alféizar de la ventana, con los auriculares colgando del cuello y la mirada perdida entre las hojas que el viento revolvía en el jardín.
James no lo miró al entrar. Solo apretó los labios y clavó la vista en el horizonte, como si no quisiera reconocer esa presencia que ya conocía de memoria. Vittorio se detuvo cerca de la puerta, las manos en los bolsillos, como si no supiera si acercarse o no.
—Bonita vista —dijo al fin, su voz grave y baja—. ¿Así es como escapas del mundo?
James no respondió. Solo se encogió un poco de hombros.
—¿Cómo te va en la escuela? —preguntó Vittorio, avanzando hasta sentarse en la silla del escritorio, frente a la cama deshecha—. ¿Notas buenas? ¿Alguna novia?
James giró lentamente la cabeza y lo miró por primera vez. Sus ojos tenían ese brillo duro de quien ha aprendido a cerrarse demasiado pro