Episodio 6

La luz gris de la mañana se filtraba entre los barrotes altos de la Penitenciaría Central de Piamonte. Un aire frío y metálico recorría los pasillos como si la cárcel respirara entre susurros de condena y arrepentimiento.

Los pasos de **Carlo Moretti** resonaron con firmeza en el corredor principal del área de visitas. Su presencia era como una mancha oscura sobre el piso encerado. Vestía su habitual abrigo largo y gafas de sol, que se retiró al llegar al cubículo asignado.

Al otro lado del cristal, sentado con los codos apoyados sobre la mesa metálica, esperaba **Riso Carleoni**.

Había envejecido. Su rostro, alguna vez elegante y dominante, ahora estaba marcado por líneas profundas de angustia y un aura de derrota. Pero sus ojos… esos ojos seguían ardiendo con el fuego de un pasado inacabado.

—Carlo… —gruñó, sin emoción—. No esperaba verte.

Carlo tomó asiento sin apuro, dejando el maletín a un lado. Levantó el teléfono del cubículo. Riso hizo lo mismo, aunque su mano tembló apenas.

—Tenía que verte —dijo Carlo, directo, con una media sonrisa irónica—. Hacía años que no hablábamos. Y últimamente… muchas piezas se están moviendo.

—¿Piezas? —Riso entrecerró los ojos—. ¿Esto es un juego para ti?

—Todo es un juego para alguien, Riso. Pero esta vez, no vine a hablar de mí. Vine a hablarte de **Jin**.

El nombre hizo temblar levemente las facciones de Riso. Sus labios se apretaron, y su voz bajó.

—¿Cómo está mi muchacho?

—Hermoso —respondió Carlo sin rodeos—. Un joven fuerte, con carácter. Cabello negro como el tuyo, ojos rasgados como su madre. Tiene esa mirada que no se puede fingir. La misma que tú tenías antes de volverte… lo que eres.

Riso bajó la mirada. Silencio.

Carlo continuó:

—Se ha convertido en todo lo que tú no pudiste ser. Y sí… está enamorado.

Riso levantó la vista bruscamente, con un gesto de alerta.

—¿De quién?

Carlo soltó una risa baja.

—De mi sobrino. Matteo Moretti.

El silencio que se formó entre ambos fue denso, espeso. Como si el aire de la prisión se hubiera congelado en un instante.

—¿Moretti? —repitió Riso, lentamente—. ¿El hijo de Alessandro?

—El mismo.

Riso cerró los ojos por un momento. Como si el nombre de su antiguo amante aún le doliera en los huesos. Luego los abrió, con una chispa en la mirada.

—¿Y cómo te sientes tú con eso? —preguntó—. ¿Mí hijo metido con el hijo de mi ex amante?

—No es sobre lo que siento —replicó Carlo, ahora más serio—. Es sobre lo que *va a pasar*. Y me gusta tener todas las cartas sobre la mesa antes de que empiece una guerra.

Riso dejó escapar una carcajada seca. Se echó hacia atrás en su silla, el teléfono aún pegado a su oreja.

—No me digas que aún odias a tú hermano por mí culpa…

Carlo lo miró con dureza.

—No lo odio por ti. Lo odio por todo. Por haber destruido a todos los que amaron de verdad.

—¿Y vienes aquí a qué? ¿A decirme que mi hijo está repitiendo la historia?

—Vine a avisarte que hay cosas que se están escapando de las manos. Y Alessandro es, como siempre, el epicentro del desastre.

Riso frunció el ceño. Su voz se volvió más áspera.

—¿Él sabe que Jin es mi hijo?

—Por supuesto que sí. Lo supo desde que lo vio por primera vez. Y aun así, no ha hecho nada por impedir que se acerque a Matteo. O quizás… simplemente no puede evitarlo o tiene miedo, tu sabes que los hombres que adoptaron a Jin son los Carbones y a esos, nadie les puede ni respirar en la nuca.

—¿Y tú? ¿Me temes a mí? a lo que soy capaz de hacer por recuperar lo que perdí.

Carlo respiró hondo, mirando con intensidad al hombre tras el cristal.

—No puedes recuperarlo Riso, jamas saldrás de aquí, yo solo te vengo a poner al día, — dijo Carlo.

Riso apretó los labios. Por un momento, en sus ojos volvió a asomar el hombre que una vez fue: apasionado, impetuoso, temido.

—¿Quién dijo que no saldré?

—¿De que hablas? tu ex suegro era juez y te dió más de 30 años.

Riso bajó el teléfono y dejó escapar un suspiro. Luego volvió a levantarlo.

— Ese viejo bastardo se murió. Pasó a mejor vida a encontrarse con la loca de su hija, voy a salir pronto Carlo, y voy a recuperar a mí hijo, pero sobre todo voy a por tu hermano.

— Alessandro está con su ex asistente.

— Cómo si está con el mismísimo presidente. Perdí demasiado por su culpa, pero aún me pertenece. Alessandro es mío.

— Harás lo mismo otra vez, por una obsesión absurda, Alessandro ya no es el mismo muchacho Riso. Y los Carbone te matarán si rompes el trato que hiciste con James hace unos años, tienes prohibido acercarte a Jin.

Riso lo miró sin responder.

—Tu hijo podría estar en peligro —dijo Carlo suavemente—. Los Carbone no serán tus únicos enemigos afuera.

Riso cerró los ojos otra vez. Pero esta vez… lo hizo con cinismo.

—Acercate a mí hijo… —murmuró—. Manipulalo si es posible, hazlo saber que no soy el monstruo que mató a su madre por capricho. Dile que no fue por odio… sino por desesperación. Que ella fue la culpable de todo, que nos separó, hazlo Carlo. — Riso se levantó pegándole un puño al cristal.

Carlo lo observó en silencio. Luego asintió.

—Lo haré.

Se puso de pie, recogió su maletín, y volvió a colocarse las gafas oscuras.

—Te veré pronto, Riso.

Y sin esperar más, se marchó.

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