La mansión Carbone estaba más silenciosa de lo habitual. Las sombras de la noche se habían deslizado por los amplios pasillos, cubriendo los cuadros antiguos, las estatuas de mármol y los cristales de las ventanas con una penumbra que parecía contener la respiración.
Jin caminaba con pasos duros, pesados, por el pasillo principal. Había vuelto con Matteo a la mansión después del encuentro inesperado en el hospital, luego de enterarse de una verdad que le desgarró el alma: su padre biológico, Riso Carleoni, no solo había matado a su madre… sino que lo hizo por amor a Alessandro Moretti.
Ese mismo Alessandro, era el padre del chico al que amaba.
Jin apretó los puños. Sentía que las paredes del lugar lo asfixiaban, como si la historia misma estuviera impregnada en cada rincón de la mansión. Como si cada retrato lo juzgara. Como si todo lo que alguna vez creyó conocer estuviera podrido en su raíz.
—Jin —la voz de Matteo detrás de él era suave, pero Jin no se detuvo.
—No ahora —murmuró sin