Gracia
—Tres meses después.
No es fácil dejar tu país para establecerte en un lugar extranjero. Eso es lo que dice la mayoría de la gente.
Pero yo diría que estaba viviendo el mejor momento de mi vida. Cada noche me acostaba con planes para el día siguiente en mente, y despertaba lista para dar lo mejor de mí.
Se sentía diferente a irme a dormir llorando o preguntándome sobre las personas en mi vida, y despertar pensando en qué intriga podría encontrarme.
Ya no me movía en el mismo círculo, encontrándome siempre en el mismo punto. Había dejado ese círculo por completo.
Aunque de vez en cuando, pensaba en el pasado, en mi pérdida. Pero ya no me paralizaba. Estaba empezando a aceptar esa nueva vida porque sabía que nunca volvería al pasado. El cambio de lugar me había hecho bien.
—¿Qué vas a querer? —Preguntó Celeste, con su voz melodiosa de siempre.
—Lo de siempre. —Me encogí de hombros, mirando por la ventana de la cafetería.
Estaba lloviendo, el clima comenzaba a enfriarse, y después