Gracia

—Sí, oficial —le asentí al detective que me observaba con atención.

—Señorita Navarro, ¿está diciendo que su hermana y su esposo la empujaron frente a un coche y trataron de matarla, lo que resultó en su aborto espontáneo? —preguntó, con su rostro envejecido neutral y profesional.

Se me cortó la respiración al escuchar esto en voz alta una vez más.

—Tengo pruebas —susurré, entregándole la memoria USB.

—Creo que la confesión viral ya la vio todo el país —comentó con una leve sonrisa mientras tomaba la unidad de mis manos—. Pero no puede considerarse evidencia concreta, señorita Navarro. Su hermana siempre puede alegar que estaba bajo la influencia del alcohol o que fue amenazada, y tampoco hay mención de que su esposo estuviera de su lado.

Mis hombros se tensaron. —¿Entonces quiere decir que...?

—Estamos hablando de las familias Calderón y Navarro, señorita Navarro. Seguramente entiende que pueden contratar a los mejores abogados y salir libres al instante. Sabiendo eso, ¿aún qui