Gracia
Estaba de vuelta en esa carretera, con las uñas arañando la superficie dura mientras veía a Esteban llevándose a Lucía. En mi visión borrosa y ensangrentada, la vi sonreírme con arrogancia.
No se detuvieron por mí ni les importaba si moría. O tal vez querían que desapareciera para poder disfrutar de su vida juntos. Ya me habían quitado mi herencia, mi talento, mi futuro... y ahora también querían mi vida.
Pero ¿por qué tenían que lastimar también a mi bebé? Ni siquiera sabía si era niña o niño. Ni siquiera sabía cómo era su rostro aún. ¿Cómo podían quitármelo?
Mientras me desangraba y perdía lentamente la consciencia, sentí unas manos cálidas en mi hombro: el toque de un salvador.
Jadeé, incorporándome en la cama. Mis ojos se abrieron de golpe mientras miraba alrededor de la habitación. El aire frío rozó mi piel desnuda, haciéndome hiperconsciente de mi estado.
Horrorizada, bajé la mirada hacia mi pecho desnudo mientras la manta se deslizaba. El color se desvaneció de mi rostro,