—Porque eres tan amable —indagó Hades.
Kayla se queda quieta al oír esa pregunta tan extraña. Baja la mirada, viendo con atención a ese hombre de ojos verdes. Intentando descifrar sus palabras. Pero por la expresión que le pone, sabe que lo dice en serio.
—No lo sé.
—Pero no entiendo, yo te he hecho muchas cosas y mira, aquí estás sin importarte nada —mencionó Hades con confusión.
—Es que no puedo explicártelo. Así soy —expresó Kayla sin saber cómo explicarle. Él solo la ve confundida; no entiende qué es lo que ella le está diciendo. —Mira, te pondré un ejemplo: si le pidieras a un ciego ver, te diría que es imposible. Pues eso es casi igual a lo que me pasa a mí. No puedo dejar de hacerlo. Así soy, siempre me han enseñado a ser amable aunque dentro de mí haya coraje, pero no puedo hacerme de la vista gorda y hacer como que nada pasó. Esa no soy yo —le explico lo más claro que puedo.
Hades solo sintió con la cabeza. Entendió perfectamente bien que la amabilidad está en