La reacción en la sala es unanime.
Todos quedan anonadados ante lo que tengo en mi poder y que por tanto tiempo se guardó con cuidado a petición del viejo, pero al no cuidar sus pasos, su pasado tarde o temprano lo iba a terminar atrapando.
De fondo se escucha como se golpea una superficie de madera junto con el grito femenino de mi madre, que más que mostrar miedo muestra dolor y desafío.
Casí puedo imaginar la forma en que sus ojos fríos penetran la armadura del viejo.
—Entiende de una vez, tu no estas a la altura de él. —Dice el viejo Miena con ira contenida —. Ya no tienes nada, ni siquiera tu dignidad, ¿por qué no puedes dejarlo de una vez?
—Porque... él me prometió un futuro... con una familia grande, ser amada y elegida. —Responde mi mamá con dificultad, como si le estuvieran cortando la respiración —. No lo traicionaría... ni le rompería el corazón... menos si un hombre que se dice ser su padre lo obliga a elegir una reputación en lugar de su felicidad.
—Entonces no me dejas