Capítulo 40.

Ya con sus heridas curadas, Miguel, llega al lugar donde lo ha citado el gobernador. El sitio parece sacado de una película de zombis donde deben de resguardarse del ataque de esas criaturas. Es una fortaleza. Miguel esta atónito por la cantidad de seguridad que tiene y de todo lo que han construido alrededor para evitar el ingreso a esta hacienda. Pasa dos retenes de guardias de seguridad antes de poder ingresar.

—¡Bienvenido, doctor Miguel! —El gobernador lo recibe. —¿Qué le sucedió? —Reacciona al verlo herido.

—Tuve un pequeño percance. Nada grave. —Menciona sin importancia y pasan a la sala principal.

El lugar es todo lujo. No escatimaron en dinero. Muebles, sillas, lámparas y chimenea hacen del lugar un paisaje de revista. Miguel sigue al gobernador que no se detiene hasta llegar a lo que parece ser su oficina.

—Adelante, tome asiento. —Le indica. —Esta hacienda la herede desde que tenía 20 años cuando mi padre falleció. Desde ese entonces he venido remodelándola. Mi padre tenía
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