Capítulo 37.
Ahí estaba ella viéndome sería, con esos ojitos llenos de lágrimas que lucha por no derramar. No me gusta que me vea con tristeza y duda. Renata cambio mi vida por completo, alejó mis miedos y curó mi corazón herido. Por qué duda tanto de mi amor, si trato de hacérselo saber todo el tiempo.

—Amor —me acercó a ella y toco su mejilla. No puedo estar cerca de ella sin contacto físico. Cosa que me incomodaba con otras mujeres a menos que fuéramos a tener sexo. Como ha cambiado todo eso ella en mí —. Explícame que fotos, porque no miento cuando te digo que no se de qué fotos hablas.

—Por favor, Miguel —quita mi mano —. Estabas en el hospital ese día, fue el día que te encontré en el pasillo y tu me llevaste a la oficina y... —comenzó a ponerse nerviosa.

—¿Y? —me acercó más a ella.

—No hagas eso —trata de apartarme.

—¿Qué no haga qué? —me acercó aun más hasta tomarla de la cintura.

—¡Esto! —señala mis brazos —Bien sabes el efecto que tienes en mí, me desconcentras y no puedo reclamarte
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