Nunca imaginé que Nicolás fuera menos que perfecto. Cuando lo llamé imperfecto fue solo para burlarme de él. Y con el paso del tiempo, nuestra complicidad y amor no hacían más que aumentar. A pesar de que realmente no creía en felices para siempre, todo iba a hacer que me equivocara al respecto.
Tenía una verdadera fortuna ahorrada en el banco a mi nombre para poder asistir a una de las mejores universidades del estado. Entonces comencé la universidad en el centro de mi ciudad, cerca de casa. Nicolás terminó yendo más lejos, a una universidad federal. Aunque fue más difícil conseguir el trabajo, así quería graduarse: sin usar nada del dinero de la familia.
Todo lo que hicimos fue con mi familia. No conocí a su familia. Y tampoco quería presionar, porque si él mismo no se las tomaba muy bien, no estaba bien obligarlo a mostrarme un mundo del que no quería formar parte.
Un sábado por la tarde, casualmente me estaba arreglando las uñas cuando escuché un ruido ensordecedor en la calle. Ca