Al día siguiente, caminé por la calle principal de la ciudad durante la tarde, de un lado a otro tratando de encontrar a mi padre “casualmente”. No quise buscarlo en el hotel donde se hospedaba. No me sentía cómodo haciendo eso. La tercera vez que hice el ida y vuelta, lo encontré sentado en la misma cafetería en la que habíamos estado. Estaba bebiendo café y fumando un cigarrillo. Cuando me vio, se levantó y esbozó una sonrisa.
Me acerqué a él y recibí un fuerte y cariñoso beso en la mejilla. Me senté y me pidió un capuchino sin preguntarme si lo quería.
- ¿Está bien, papá?
- En realidad, tenía muchas ganas de verte. Supongo que tendré que irme mañana o pasado mañana. Tu hermano no está bien. Necesito urgentemente encontrar una manera de resolver el tema del dinero para la cirugía.
- Dios mío... Que triste.
- ¿No podrías ir conmigo al Paraíso, querida? Realmente me gustaría que lo conocieras antes de que él... Si lo fuera. – dijo, sin contener las lágrimas.
- Papá, todo esto pasando