Lara
Sus ojos azules me observan con una mezcla de fiereza y ternura, como si dentro de él se llevara a cabo una lucha entre su parte salvaje y su humanidad.
Yo, en cambio, tiemblo a la expectativa.
No sé qué esperar del apareamiento, pero, según los libros que me devoraba en mis momentos de ocio y las conversaciones que escuchaba de los demás, ese acto es placentero y maravilloso, y más si sucede entre dos almas destinadas.
Me relamo los labios por instinto cuando las piernas de Killiam rozan el colchón.
—¿Segura de que estás lista? —me pregunta.
—Sí... —susurro.
Mi cuerpo tiembla con anticipación y mi boca segrega más saliva de lo normal al repasar, otra vez, su cuerpo esculpido y mojado.
Ay, me siento muy caliente.
—Entonces, hoy seremos uno en cuerpo y alma, mi luna.
Killiam se quita la toalla y se seca con ella; luego la tira al suelo. Ignoro eso porque no es momento de molestarme. Además, mi atención se va a su órgano reproductor, que está elevado y se mueve solo.
Vaya...
Eso m