Lara
El aire en el estudio se siente pesado y difícil de respirar. Mi mirada, llena de asombro, se pasea por todo el lugar y termina en el rey Arion, cuya serenidad me hace arder la sangre.
¿Cómo puede soltar una propuesta tan ridícula y escandalosa y mantenerse tan tranquilo?
Definitivamente, este hombre está desquiciado.
—¿Qué dices? —Él rompe el silencio que reina desde que soltó su trato—. ¿Aceptas ser mi luna de mentiras?
Esto no puede estar pasándome. De verdad necesito su protección y, si tiene el poder para limpiar mi nombre, pues eso sería maravilloso, dado que no quiero que mi cachorro crezca siendo señalado por un crimen que no cometí; sin embargo, la condición para ello no tiene ningún sentido.
Trato de calmarme. Debe haber alguna forma de negociación con este fae.
—Tu propuesta no tiene ni pies ni cabeza, y después dices que yo soy obtusa —le reclamo, y me da satisfacción poder dejarlo como el tonto que es—. Quieres llegar a los reyes con los que traté; no obstante, ello