Killiam

«Alfa, ¿qué hace?»

—¿Lara, eres tú?

«Soy yo... Estoy aquí contigo».

—Eres inocente, ¿cierto?

«Sí, lo soy».

—Perdón por encerrarte, pero son las reglas. Como alfa y rey, debo mostrar justicia con todos. Además, si no lo hacía, tu vida podría correr peligro. Voy a demostrar tu inocencia, te lo prometo.

«Lo sé... Ahora, hazme tuya...»

—¿Cómo es que estás aquí?

«Hazme tuya...»

—Lara...

—¡Rey alfa! ¡El príncipe ha sido asesinado!

Despierto de golpe, con sacudidas en todo el cuerpo y la respiración agitada.

Me tiro de la cama y corro en dirección a la habitación de mi cachorro para comprobar que esté bien, pues tuve una pesadilla horrible.

Sin embargo, al abrir la puerta de su recámara, la cama está vacía...

—¡Lael! —lo llamo, desesperado, y corro al baño, pues quizás esté allí soñoliento.

Pero no se encuentra allí tampoco.

—¿Hoy le toca a Morana tenerlo? —me pregunto mientras trato de recordarlo.

De repente, la verdad me cae encima como un balde de agua helada.

—No... El sueño es