Killiam
Dentro de la tienda, tanto Lara como yo nos miramos cohibidos y con una timidez que nos mantiene rígidos y callados. Presiento que no soy el único que necesita sacar todas las dudas que me carcomen por dentro; ella también.
Lo veo en su mirada cristalizada y perdida, en la manera en que muerde sus labios cada cierto rato —acción que está enloqueciendo a mi lobo— y en cómo su cuerpo no disimula los temblores. Puedo percibir sus leves sacudidas.
Me aclaro la garganta, cansado de esta incomodidad.
—No tenemos que hacer nada esta noche —digo, captando su atención al instante—. Es decir, conversar acerca de nuestro vínculo… no me refería a… —Vuelvo a aclararme la garganta. Maldición, ¿qué diablos estoy diciendo?—. Descansa, estaré velando tus sueños. No quiero incomodarte…
Ella se sonroja, y eso altera más mi corazón.
Con un demonio, tengo tantas ganas de probar sus labios…
—Somos mates… —susurra, como si apenas lo asimilara. Eso es un avance.
—Sí… —balbuceo, y no puedo evitar sonr