08:03 a. m.
Bogotá — Congreso de la República
La sala de prensa del Congreso colapsaba. Cámaras, micrófonos, flashes. Nadie quería perderse la primera declaración pública después de la noche más histórica que había vivido el país en décadas.
En la mesa principal, los rostros del momento: la fiscal encargada, el director de la unidad de inteligencia, dos magistrados de la Corte Suprema… y al centro, ella.
Valentina Duarte.
Sin peinarse. Sin joyas. Con la voz firme de quien ha cargado con más muertos de los que se puede contar y aun así se sostiene erguida.
—Lo que comenzó como una búsqueda personal terminó revelando un sistema completo de corrupción, muerte y manipulación —dijo, mirando al auditorio—. Isabel Montenegro no actuó sola. Cayó la cabeza, pero aún hay brazos que cortar.
Las cámaras apuntaban cada gesto. Valentina no sonreía. No lloraba. Solo hablaba. Como una cirujana que corta sin odio, pero con precisión.
A su lado, Sebastián la miraba con un respeto silencioso. Tomás, des