El viernes llegó, y con él, una mezcla de emociones que me hacían sentir que estaba en una montaña rusa, esperaba bajarme de ella sin haber vomitado encima, aunque mi estómago estaba revuelto e inquieto desde la mañana. La anticipación me mantuvo despierta en la noche, el miedo me paralizó por la mañana. Mi cuerpo se sentía como si estuviera en un estado de alerta constante, mis nervios estaban en punta. La reunión con Dumas no era solo una reunión de trabajo, era una confrontación, un enfrentamiento entre dos personas que se sentían atraídas la una por la otra.
El sol de la tarde se filtraba por las ventanas de mi apartamento, pintando la sala con tonos dorados y anaranjados. La ciudad, con sus miles de luces, parecía un lienzo de oro, una imagen que antes me había parecido una inspiración, pero ahora se sentía como un recordatorio de la tormenta que se avecinaba.
Me puse un vestido que había diseñado yo misma, de un color blanco, con un corte sencillo pero elegante que caía suavem