Isabel
La lluvía caí sin cesar desde que subió al auto de Federico, el sol se había escondido detrás de la tormenta que azotaba la ciudad. El cielo se vestía de un color gris profundo.
El sonido continuo del agua golpeando el parabrisas del auto, se mezclaba con mis latidos de mi corazón, los cuales se encontraban acelerados. El viaje fue silencioso, sólo interrumpido por la pequeña Alfonsina que se despertó en una oportunidad pero luego de cantarle su nana preferida, se durmió.
Ni Federico ni yo dijimos nada durante el trayecto, es como que cada uno iba en su mundo. Sólo la lluvia llenaba el silencio, era como si hasta el tiempo supiera que lo que estaba por ocurrir no fuese fácil.
Cuando nos detuvimos frente a la entrada de mi antigua casa, levanté la mirada y quedé sin aliento. Ahora que hacía unas semanas que no estaba viviendo aquí, la casa me parecía impresionante. Las luces cálidas que iluminaban en camino contrarrestaban con lo que sentía en mi corazón y con lo que calculo e