Max (+18)
- Somos un desastre – dice riendo suavemente.
- Somos uno perfecto mia regina – le contesto pasando mi lengua por su vientre, recogiendo el caramelo que he sido tan generoso de compartir con ella. Me sorprendió al darme la noticia de que vamos a volver a ser padres, por lo visto las advertencias de los médicos de no tener sexo en la llamada cuarentera era algo que debíamos seguir, pero bueno, estamos felices con tener otro bebé que se va a llevar unos diez meses con Alfonsina.
- Max, vamos a arruinar la alfombra que tanto me costó conseguir.
- Al demonio con ello – maldigo pasando mi boca sobre su seno derecho, cerrando mis labios en el montículo de carne, el cual es la fuente de alimento de mi hija, jadea y deja caer su cabeza hacia atrás, arqueando el cuerpo y ofreciéndose para mí. Estamos pegajosos, desnudos en nuestra sala de estar, frente a la chimenea. Su boca empieza a emitir esos gemidos que me vuelven demente.
Sus manos empujan mi cabeza hacia abajo, abriendo más su