15. La traición de la pluma
Hay palabras que matan más lento que las balas, pero dejan cicatrices más profundas.
La mañana en Milán amaneció extrañamente tranquila. Una calma que no le pertenecía a la ciudad. Los ruidos del tráfico llegaban apagados, como si las bocinas y motores se filtraran tras un velo espeso. En el departamento de las Rizzo, sin embargo, reinaba una rutina de domingo: olor a café fuerte, tostadas demasiado doradas y un desorden de periódicos y revistas en la mesa.
Martina hojeaba distraída una revista de moda, todavía en pijama, con el cabello recogido en un moño deshecho. Valentina, en cambio, permanecía en silencio, con el celular en la mano. No lo usaba. Solo lo sostenía, como si el aparato pesara toneladas. No podía dejar de pensar en la gala, en las sonrisas envenenadas que había visto la noche anterior, en las conversaciones que no debía haber escuchado. Y en Luca. Siempre en Luca.
El timbre de notificaciones del portátil de Martina irrumpió la quietud. Un nuevo correo en su bandeja. M