Las mañanas ya no dolían.
Habían pasado seis meses desde la última pasarela, y el estudio de Montoya & Rivas se había convertido en un hervidero de creatividad.
Nuevos rostros, nuevos colores, nuevas ideas.
Bogotá nos veía como una historia viva de éxito y resiliencia, y eso me hacía sonreír… aunque a veces, la calma también se siente como un desafío.
—El éxito puede ser ruidoso —me dijo Alejandro una tarde mientras revisábamos los bocetos—, pero la felicidad, Isa… esa siempre es silenciosa.
—¿Y crees que la nuestra lo es? —pregunté, mirándolo sobre los papeles extendidos.
Él sonrió, con ese aire tranquilo que solo él podía tener.
—Creo que todavía estamos aprendiendo a escucharla.
…
Esa semana, recibimos una invitación inesperada:
La Semana de la Moda de París. No como asistentes.
Como invitados principales.
El correo electrónico llevaba el sello dorado de la organización y una frase sencilla:
“Montoya & Rivas: el alma de Latinoamérica en la alta costura.”
Me quedé en silencio