62. Concédeme el enorme placer de…
— Estás increíblemente hermosa esta noche — dijo Cristopher tan pronto recibió a su ninfa al final de las escaleras, y si era sincero, jodidamente sexy también. Esa abertura en su pierna, iba a ser un problema a erradicar muy pronto, estaba seguro.
Galilea se ruborizó como de costumbre y sonrió.
— Tu madre me ayudó a escoger un vestido para la ocasión — confesó con voz serena, cauta, embelesada con todo de él, quien llevaba esa noche una apariencia fresca y elegante, aunque bastante relajada.
— Y atinó en todos los detalles — besó su hombro descubierto sin apartar la vista de sus ojos. Ella se mordió el labio inferior tras la electricidad del contacto. — ¿Vamos?
Con un leve asentimiento de cabeza, bajó el último peldaño y se aferró a su brazo.
— ¡Gali! ¡Gali! ¡Gali! — la voz alegre de Salomé los hizo girarse.
La niña bajó las escaleras con prisa al tiempo que ella se acuclillaba a su altura— ¿Qué sucede, muñequita? — le preguntó con ternura.
— Ten, la he tomado del jardín para ti — co