El día de flojera terminó cuando Estefanía consideró que ya era tiempo de irse, a eso de las cinco de la tarde. No tenía ninguna queja de las atenciones de su jefe, pero manteniendo la distancia no perdería objetividad.
Johannes insistió en llevarla él mismo al taller donde había dejado su auto. Ella usaba unas pantuflas y prometió devolvérselas la próxima vez que fuera a visitarlo.
Se despidieron de un beso en la mejilla, así lo quiso ella porque había otros hombres mirando. De seguro se preguntaban qué hacía un hombre tan guapo con una mujer tan poco agraciada.
En realidad, los hombres le miraban las pantuflas, que en nada combinaban con su traje de dos piezas.
Subió a su auto y condujo hasta un hotel. No se sentía en condiciones de enfrentar a Alex todavía, así que compró unas mudas de ropa y se instaló. Ya vería lo que el día siguiente le deparaba.
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—Ayer faltaste y fui la asistente temporal de Williams, que hizo teletrabajo y necesitó que fuera su cuerpo aquí en la empresa