El pánico de Estefanía al despertarse en una cama que no era la suya duró hasta que vio aparecer a Johannes. Todos los recuerdos del día anterior empezaron a abarrotarse en su cabeza. O casi todos.
—¡¿Lo hicimos?! —preguntó, con pánico.
—No, solo dormimos juntos, muy juntos. Y me acariciaste bastante durante la noche, pero te perdono porque debías estar soñando algo muy interesante.
Ella se cubrió la cara mientras Johannes trepaba en la cama y gateaba hasta su lado. Seguía en pijama y se metió bajo las sábanas.
—¿Qué hora es? Debo ir al trabajo —dijo ella, aturdida y sin su teléfono, que seguía apagado y guardado en su bolso.
—¿Entonces decidiste no renunciar?
Había olvidado ese pequeño detalle. Permaneció quieta, pensando en el asunto.
—Creo que deberías tomarte un día para pensarlo bien, es una decisión importante que no se puede hacer a la ligera —le rodeó la cintura y la acostó.
Qué cama tan cómoda tenía él, y qué bien se sentía estar entre sus brazos, recibiendo tiernos b