—Señor Williams, buenos días —saludó Trevor, y recibió un asentimiento de cabeza a la distancia—. Nos vemos más tarde, Estefanía.
Se retiró del ambiente que se iba espesando a cada segundo que pasaba. Johannes miraba a Estefanía con una intensidad que se sentía sobre la piel, y que cortaba el aliento.
—¿Ocurrió algo? ¿Por qué te estaba abrazando?
—Es que se me había perdido el cactus —ella volvió a ponerlo en su lugar—. Trevor me ayudó a recuperarlo.
—Ya, ¿y el abrazo?
—No me sentía bien y quiso confortarme —respondió, consciente de que se había oído terrible y el ceño fruncido de Johannes se lo demostraba.
—¿Por el cactus? —cuestionó él.
—Sí, no estaba por ninguna parte. Apareció en las oficinas de los ejecutivos.
Johannes iba a preguntarle algo más, pero apareció Mateo, pues tenían una reunión.
—Esta conversación no ha terminado —le advirtió antes de irse en compañía de Borges.
Estefanía exhaló pesadamente, abrumada. Al menos tendría tiempo para poner sus ideas en orden ha