En el vestíbulo del restaurante que había escogido Estefanía había una escalera. Uno podía subir y comer en el segundo piso o bajar y adentrarse en el subsuelo. Johannes frunció el ceño mientras dejaban sus abrigos en el guardarropa.
—No quisiera estar en este lugar en caso de evacuación. ¿En qué pensaba el arquitecto? —dijo él.
—Antes era una biblioteca. Abajo todavía hay libros de aquella época —contó ella.
Él la siguió mientras bajaban las escaleras.
—¿Vienes aquí a menudo?
—No. Lo vi por internet y quería conocerlo, pero no me había atrevido a venir sola.
Fueron a sentarse cerca de la chimenea. Rodeados por muros de ladrillos rústicos, los estantes que exhibían libros antiguos amenizaban el lugar de modo que parecía la sala de una casa. Las luces bajas y cálidas cooperaban en la ambientación, junto con la suave música de fondo.
La mesa era una tabla que parecía la rodaja del tronco de un árbol enorme. Johannes pasó los dedos por los anillos, notando su suavidad. Las sillas eran i