En el silencioso camino a casa, Estefanía seguía pensando en el triángulo amoroso en el que estaba metido su jefe. Y si contaba a Danae, a la tipa de las gafas y quién sabía cuántas más, el hombre tenía la geometría completa.
Qué situación tan complicada.
Ser poco atractiva y no llamar la atención de nadie tenía sus ventajas. Su soltería le ahorraba muchos problemas, aunque ese abrazo de Johannes todavía le ponía las piernas temblorosas. El único hombre que la había abrazado hasta el momento era Alex, y su toque no era agradable de recordar. Por mucho tiempo creyó que no toleraría el de ningún otro hombre.
Y luego llegaba su jefe y la abrazaba...
—¿Tienes frío? —le preguntó él, sacándola de sus cavilaciones. Se abrazaba a sí misma.
—No, no pasa nada. No pasa nada —repitió ella, intentando convencerse.
—¿Te fue bien en la fiesta o la arruiné? —preguntó él.
—Estuvo muy entretenida y me divertí mucho. Ya estaba en casa cuando me llamó.
En realidad, había aguantado cinco minutos e