Hasta el recargado maquillaje de Danae le pareció hermoso a Estefanía con el buen humor que se cargaba. Había dormido tranquila, segura de que Alex había vuelto a perderle el rastro en el nuevo lugar que ahora rentaba y tenía muchas expectativas respecto a su trabajo.
Todavía no podía creer que su jefe la hubiera invitado a la cena. Se sonreía sola al recordarlo.
Mientras redactaba unos informes, el sonido de los tacones de Danae la hizo alzar la vista. Ella llegaba cargando una pila de documentos que dejó sobre el escritorio. Se sentó y empezó a engraparlos.
Estefanía la miraba boquiabierta. Era la primera vez que la veía trabajar.
No pudo evitar sentirla como una amenaza y una competencia, lo que era absurdo porque la mujer era su jefa, pero se había acostumbrado a verla maquillándose y nada más. Que se volviera competente la asustaba.
El teléfono de escritorio de Estefanía sonó y pulsó para contestar con el altavoz. La llamada venía de la oficina de Williams.
—Estefanía, ¿podrías