Era tiempo de dejar el pasado atrás...
Johannes llegó con Sheily al río. De pequeño, las aguas turbulentas del enorme caudal le inspiraban respeto y temor. A veces iba allí después de clases. Se sentaba entre unos matorrales a comer bocadillos donde nadie lo molestara; era su escondite hasta que dejó de serlo.
Iván y los chicos del equipo de baloncesto llegaron un día, le quitaron la ropa y la arrojaron al agua. Él intentó recuperarla y casi murió ahogado.
Ahora, mientras quien lo ahogaba era la deliciosa lengua de Sheily, que lo recorría en profundidad, el río le parecía un penoso espejo de agua que podría cruzar caminando sin apenas mojarse los pantalones.
Y los chicos imbéciles, ¿qué sería de ellos? ¿Le parecerían ahora tan pequeños e insignificantes como el río? Todos sus recuerdos empezaban a palidecer a la luz del presente...
—Alan, eres grandioso —murmuró Sheily en su oído, y le causó un escalofrío.
Ese nombre y un halago no podían ir juntos en la misma oración, n