Mundo ficciónIniciar sesiónEl pacto suicida estaba hecho. La decisión, tan audaz y tan desesperada, colgaba en el aire de la sala de control como una sentencia. Ya no había tiempo para el miedo ni para las dudas. Solo para la acción.
La primera fase del plan era la más peligrosa: contactar al lobo y pedirle que te invite a su guarida.
—Tengo que ser yo quien haga la llamada —dijo Isabela, su voz firme, mientras Alessandro configuraba una línea encriptada y no rastreable—. Él espera que yo sea el eslabón débil. El punto de presión emocional. Si la llamada viene de ti, sospechará de una trampa militar. Si viene de mí, olerá la desesperación y bajará la guardia.
Alessandro odiaba la idea. Odiaba cada fibra de su ser que la obligaba a ponerse en la línea de fuego. Pero sabía que tenía razón. Asintió, su rostro una máscara de piedra.







