Mundo ficciónIniciar sesiónLa línea muerta fue un portazo, un eco del vacío que se instaló en la sala. La voz tranquila y culta de Dimitri Volkov, más peligrosa que cualquier grito, resonaba en el silencio. Luciano. Prisionero. Veinticuatro horas.
La estratega fría, la reina calculadora que había declarado la guerra, se desvaneció. En su lugar, quedó Isabela. Y su primera reacción fue visceral, un golpe de pánico y una culpa tan abrumadora que la hizo tambalearse. Se apoyó en la mesa, su respiración entrecortada.
—No... no, no, no... —susurró, las palabras un lamento ahogado—. Es mi culpa.
Miró a Alessandro, sus ojos abiertos por el horror. —Es mi culpa. Yo lo traje a esto. Lo saqué de las sombras, lo puse en tu radar, lo traje a Como. Es mi culpa.
Estaba a punto de desmoronarse, la fachada de comandante hecha añicos por la realidad de que sus deci







