Mundo ficciónIniciar sesiónLa isla era una joya de esmeralda y zafiro en el corazón del mar Egeo. Un santuario privado, tan aislado del mundo que parecía existir fuera del tiempo. No había mansiones ostentosas, solo una villa minimalista de piedra blanca y cristal que se aferraba a un acantilado, con vistas a una cala de arena plateada. Era un paraíso. Un paraíso perfecto para abrir las puertas del infierno.
Dejaron sus pocas pertenencias y se encontraron en el salón principal, una habitación dominada por una única mesa de teca maciza y ventanales que se abrían al mar infinito. Sobre la mesa, descansaban tres objetos: el teléfono de Ricardo, el anillo de zafiro negro y el dispositivo cúbico. El falsificador de huellas.
El ritual de la apertura comenzó en un silencio solemne, casi religioso.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó Alessandro, su voz era un murmul







