Capitulo 35. El Arma De Una Palabra
El silencio en la sala de control no era vacío. Estaba lleno, abarrotado con la palabra que Alessandro había dejado caer, una bomba sin explotar en el centro de la habitación, su temporizador contando hacia atrás en el pulso acelerado de él. Familia. La palabra resonaba en su propia mente, una traición de su propia boca que ahora lo atormentaba. El horror helado en sus ojos se transformó lentamente en una furia fría y contenida, una rabia dirigida no hacia ella, la que había provocado el desliz, sino hacia sí mismo, por su imperdonable, amateur y estúpido error.
Isabela, por su parte, se mantuvo en su sitio, una estatua de calma en medio de la detonación silenciosa. Había esperado una grieta en su armadura, y él, en su arrogancia, le había entregado un cañón. El juego había cambiado fundamentalmente, y ella sabía, con la certeza absoluta de un gran maestro de ajedrez que ve el jaque mate a diez movimientos de distancia, que no podía dejar que ese momento se enfriara. No podía permitir