Capitulo 36. La Mentira Sobre La Mentira
La demanda de Isabela quedó suspendida en el aire, un ultimátum silencioso que exigía una rendición total. "Demuéstralo. Confía en mí". Las palabras resonaban en la sala de control, simples, directas y absolutamente letales. Habían despojado a Alessandro de todas sus defensas, arrinconándolo contra un muro de su propia creación. Negarse era una confesión flagrante de su engaño. Aceptar era entregarle el arma que ella, sin duda, usaría para destruir el último vestigio de su control. Por un largo, insoportable momento, la única respuesta fue el zumbido bajo de los servidores, el sonido de un imperio conteniendo la respiración, esperando la decisión de su rey.
Él la miró, y en ese lapso de tiempo, ella vio una guerra librarse en la profundidad de sus ojos. Vio al estratega corriendo por un laberinto de posibles mentiras y consecuencias. Vio al rey luchando contra el impulso de aplastar la rebelión con pura fuerza. Y vio, muy brevemente, la imagen que ahora la perseguía: el niño asustado,