—¿Y entonces? —preguntó Havana con una mezcla de ansiedad y orgullo mientras le entregaba a Vincent el manuscrito impreso, caliente todavía de la impresora—. ¿Te atreves?
Vincent, recostado contra el marco de la puerta, con la camisa remangada hasta los codos y ese aire de "jefe del mundo" que le quedaba tan bien, levantó una ceja mientras tomaba el manuscrito como si acabara de recibir un tratado de guerra.
—¿Esto es todo? ¿Ya llegaste al final?
—Es mi final. Que no es lo mismo que el fin —respondió ella, con una sonrisa que intentaba disimular sus nervios.
Él se rió suavemente, se sentó en el sofá del salón