La luz del atardecer se filtraba por los ventanales del pasillo este, tiñendo de ámbar las paredes mientras Clara caminaba con pasos lentos. Llevaba horas vagando por la mansión, incapaz de encontrar sosiego tras el encuentro con Lady Mercy. Las palabras de la mujer seguían resonando en su mente como un eco interminable: "Pronto seré la señora de esta casa". Cada sílaba era un puñal que se clavaba en su pecho.
Se detuvo frente a la puerta del despacho de Lord Delacroix. No había planeado ir allí, pero sus pies la habían guiado como si tuvieran voluntad propia. Desde el interior se filtraba un hilo de luz por debajo de la puerta. Adrian estaba dentro, probablemente revisando documentos o correspondencia, como solía hacer al caer la tarde.
Clara levantó la mano para llamar, pero la dejó suspendida en el aire. ¿Qué pretendía? ¿Qué podr&iacut