Mundo ficciónIniciar sesiónLa sala del tribunal estaba abarrotada.
Periodistas, aristócratas curiosos, víctimas colaterales de los escándalos Delacroix—todos apiñados en bancos de madera que crujían bajo el peso de tanta expectación. El aire olía a sudor y perfume caro, una mezcla nauseabunda que hacía eco del espectáculo que estaba a punto de desarrollarse.
Adrian Delacroix estaba sentado en el banquillo de los acusados, con grilletes en las muñecas, su traje antes impecable ahora arrugado después de tres días en celda. Las ojeras bajo sus ojos contaban la historia de noches sin dormir, de demonios que no le daban tregua.
El juez, Lord Pemberton—un hombre de setenta años con rostro de halcón y reputación de ser im







