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El magistrado había ordenado que todos regresaran al salón mientras los guardias traían las cartas excavadas. Ahora el espacio se sentía claustrofóbico, cargado con el peso de secretos que habían estado enterrados tanto literal como figurativamente.

Lady Mercy—Isabelle Dubois—permanecía de pie junto a la ventana, aislada. Nadie se acercaba a ella, como si su fraude fuera contagioso. Clara podía ver cómo sus manos temblaban mientras las mantenía entrelazadas frente a ella, luchando por mantener algún vestigio de compostura aristocrática que ya no tenía derecho a reclamar.

Adrian no podía mirarla. Cada vez que sus ojos se dirigían en su dirección, los desviaba rápidamente, como si la vista de ella le causara dolor f&iac

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