Mundo ficciónIniciar sesiónClara sostuvo los documentos contra su pecho como escudo mientras el Conde D'Armont avanzaba hacia ella con pasos medidos que hablaban de violencia contenida.
—Dame eso —su voz era baja, peligrosa—. No sabes lo que tienes en tus manos.
—¿No? —Clara retrocedió, manteniendo la distancia entre ellos—. Porque acabo de leer suficiente para entender exactamente lo que tengo. Evidencia. De traición. De asesinatos. De décadas de crímenes firmados por tu propia mano.
El Conde se detuvo, sus ojos estrechándose. Por un momento, Clara vio al hombre detrás de la máscara aristocrática. No había amor paternal allí. No había culpa. Solo cálculo frío sobre cómo minimizar el da







